Fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

28 abr 2012

Lo creais o no, esto es una despedida.

Ya no me importa ni el cómo ni el por qué.
El tiempo hace de me canse de algunas cosas,

que se queden inmóviles cuales estatuas oxidadas,
que, hoy por hoy, no las quiero.
Escucho la lluvia al posarse en mi ventana,
sin querer,
creo que quiere anunciar un nuevo invierno,
en vez de este verano que está al caer.
No hay mantas, no hay luces, no quedan colillas encendidas.
En verdad siempre nos queda la totalidad de todas las cosas,

la ética teleológica.
Todos deseamos una libertad de acción.
La mente bien ordenada, en esta aventura, que no dura nada.
Como todos, hay veces que no se donde voy,
ni donde quiero ir,
por eso me dejo fluir, siempre, fluir... fluir... fluir...
No entiendo por qué os da miedo el dejaros sentir, vivir o morir.
Carpe Diem más que nunca, y nunca más.
No hay nada más provocativo que ver a alguien delirar,

quizás, sin saber como actuar.
¿Qué hora marcará mi reloj?
Ahora tengo muchos caminos a escoger.
Aún no he encontrado las respuestas que tanto esperaba,

pero deciros que las respuestas a todo las encontrareis viviendo.
El mundo está lleno de cobardes... o valientes.
Siento que la capacidad de expresarte es un arte.
Sumergirte una y otra vez en mares de letras,

y ver pasar el tiempo... que no vuelve.
Las cosas han cambiado.

Han pasado años de aquel irresistible
''dejarse llevar suena demasiado bien''.
La cosa es... que no siempre ha sonado bien,

la cuestión es que ha sonado, y aquí estamos,
cada vez más solos rodeados de gente.
Sigue corriendo como un loco, que no podrás parar.
Y así soy, como la protagonista de aquella película fumado en la ventana,
dejando que la vida se escape entre humo y madrugada.


Dulce María Abellán Alcaraz.



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